América Latina representa una de las fuentes de energía natural, renovable y limpia, más grandes en el mundo. Los países de esta región cuentan con un potencial enorme para la generación de energía eléctrica a partir de fuentes renovables. Se estima que, en la actualidad, sólo el 6% de la electricidad que se genera en esta región proviene de fuentes alternativas como el viento, el sol, la biomasa o fuentes geotérmicas. Latinoamérica ha sido lenta comparado con Europa y algunas partes de Asia y Norte América para el desarrollo de estas energías.

"Aún falta mucho por hacer en el campo de la educación y capacitación, además de explotar mejor la estructura de innovación con el impulso de la investigación y desarrollo”.
Sin embargo, la expectativa es que hacia el 2050 de toda la energía producida en América Latina, el 20%, aproximadamente, provenga de fuentes renovables y limpias. En 2010, Suecia era el mayor generador de energía eléctrica a partir de fuentes limpias en Europa, con un 36% de su generación total proveniente de estas fuentes. Estos datos permiten poner en perspectiva el liderazgo que México tiene y tendrá en América Latina y en el mundo, en este tema, ya que para el 2024 el 35% de la energía consumida en México deberá provenir de fuentes limpias.

En el 2012, las inversiones globales en tecnologías renovables no tradicionales (solar, eólica, geotérmica, mareomotriz, hidroeléctrica de pequeña escala y bioenergía de avanzada) y la hidroeléctrica tradicional ascendieron a 244.000 millones de dólares, de los cuales América Latina representó un modesto 5,4 por ciento. Para poder aprovechar su vasto potencial, la región necesitará modernizar sus marcos de políticas y regulaciones para aumentar las inversiones en estas tecnologías alternativas. El Banco Interamericano de Desarrollo apoya programas para mejorar la eficiencia energética, la integración energética regional y la diversidad de la matriz energética al explotar recursos renovables y no renovables.

En la actualidad financia grandes parques eólicos, sistemas de energía solar rurales, plantas de biocombustibles para generar electricidad y programas para promover el alumbrado eficiente. También financia proyectos para instalar turbinas más eficaces en usinas hidroeléctricas y para asegurar que nuevas represas y plantas termoeléctricas cumplan con normas ambientales y sociales más exigentes.